EL LADO SALVAJE



La Fundación “la Caixa” de Barcelona presenta la muestra más amplia realizada sobre la obra de Diane Arbus, la fotógrafa norteamericana que se asomó al lado salvaje de la sociedad de su tiempo y que, tras suicidarse cuando contaba 48 años, se instaló para siempre en el altar de los mitos.
  
   Yuben Yee, bibliotecario del departamento de fotografía del MOMA de Nueva York, limpiaba todas las mañanas los escupitajos que había en las 3 fotografías de Diane Arbus incluidas en la exposición "Adquisiciones recientes", organizada por John Szarkowski. El público tuvo enormes dificultades para soportar imágenes tan implacables,  tan cerca de los límites y tan lejos de cualquier escrúpulo, y se sintió vulnerable y agredido por la mirada incisiva de una mujer compleja y fascinante, la mirada inmisericorde de un niña inocente alojada en el cuerpo y en los sentimientos de una mujer atormentada.
   La fotografía, al nacer en un ambiente social positivista procurado por la inquieta y pujante burguesía de mediados del S. XIX, sintió de inmediato la llamada de lo desconocido. Y para aquellos industriales burgueses que se entusiasmaron con el nuevo descubrimiento, lo exótico no estaba únicamente a miles de kilómetros de distancia, sino también en las cloacas de su propia sociedad. Por eso la pobreza y la marginación han disfrutado siempre de un lugar preferente en la atención de los fotógrafos. Muy pocos han sido los que han dirigido su mirada hacia las vidas de los ricos y de los poderosos, probablemente porque se trataba de sus propias vidas y no despertaban su interés o porque no lograban distanciarse lo suficiente de ellas. Diane Arbus no escapa a esta tradición, pues se crió en una rica familia judía sin tener un contacto real con el mundo de los marginados, tan cercanos y al tiempo tan alejados de su cómoda vida, algo de lo que ella siempre se quejó. Diane recibió una formación exquisita, con lecciones de baile, educación artística, buenos modales, campamentos de verano, etc,.. Ella misma admitió que “una de las cosas que padecí en mi infancia fue la carencia de  adversidad”. Es posible que ese padecimiento aflorase años más tarde, cuando se separó profesional y sentimentalmente de  Allan Arbus -con quien trabajaba haciendo fotografía de moda-, y pudo volar en solitario fijando su atención en lo que verdaderamente quería. Es posible que su fascinación por lo marginal, lo extraño, lo que se sitúa en el límite -o más allá de él-, hunda sus raíces en una infancia y en una juventud extremadamente acomodadas.               
   Verdaderamente ahora es muy difícil separar su obra fotográfica de su leyenda personal, aunque hay que tener en cuenta que antes de encontrar un lugar en el paraíso de los mitos procurado por un cadáver joven y ambiguo, Diane Arbus ya había logrado una enorme repercusión con sus fotografías, consideradas en aquellos años si no revolucionarias, sí como propias de quien dio un paso más allá de lo permitido, para mostrar aquello que se prefiere no ver, probable razón por la que su trabajo siempre ha despertado incomodidad y controversia. Quizás la sensación que se tiene en la actualidad al mirar sus fotografías, instalados en un clima social que nada tiene que ver con el de los E.E.U.U. de los años sesenta, sea el de una extraña molestia, por cuanto que miradas como la suya –apoyada además por un suicidio que le otorga carta de naturaleza-, no son en absoluto frecuentes, ni siquiera 40 años más tarde. Ella se comportó con su cámara tal y como el devenir de su vida se lo reclamó. Dudó, sufrió y miró el mundo de acuerdo a sus propias circunstancias; una infancia plena, un matrimonio frustrado, la desilusión que se instaló en su vida, la búsqueda frenética de un orden, de la felicidad…, la obsesión por estar a la altura de sus propias circunstancias, la tentación inevitable de huir de todo, de alejarse incluso de sí misma. Demasiada sinceridad para estos tiempos, en los que lo más cómodo es ocultar las cartas y mostrar lo más rentable. Si sus fotografías sirvieron para ampliar lo admisible en fotografía, no parece que haya tenido demasiados seguidores, o al menos de su misma intensidad.  Corren tiempos en los que estas imágenes aún resultan más duras que cuando se mostraron por vez primera, en la legendaria exposición en el MOMA en 1972, un año después de su muerte. Tiempos en los que ya nadie va a Central Park ni a ningún otro sitio con una mirada sufriente y voraz a pasar horas, días, semanas…, acercándose a la gente y mezclándose –verdaderamente- en sus vidas; nadie se arriesga en relaciones peligrosas sin otra satisfacción que un acercamiento al abismo y unas fotografías que nadie valorará. Los artistas del ahora prefieren encerrarse en sus fantasmas virtuales y crear justificaciones teóricas que apuntalen sus simulacros y les permitan engrosar sus cuentas. Los fotógrafos que pisan las calles prefieren una mirada compasiva y humanitaria que calme sus conciencias, lo que consiguen pictorializando sus trabajos pretendiendo insuflarles belleza, sin caer en la cuenta de que probablemente la belleza esté más cerca de la exactitud que del manierismo. No es cierto que quienes ella fotografió hayan sido asimilados por la sociedad o por el arte contemporáneo, simplemente –como sucede tan a menudo-, se les oculta o disfraza, neutralizando su amenazante peligrosidad.      
   Por eso la mirada de Diane Arbus es limpia y agria. No se muestra compasiva con quienes fotografía porque realmente no sintió compasión. Sus imágenes son despiadadas y sencillas, pero una segunda lectura aún las hace más descarnadas, porque nos damos cuenta de que no proponen nada. Son salvajes. Quizás su suicidio y la divulgación de los detalles sobre su vida privada hayan contribuido a hacer una lectura de su obra demasiado solemne, pretendiendo teorizarla en exceso. Pero ella era diferente. Radical, asomada permanentemente al absoluto, como sus imágenes, que se nos escapan entre los dedos,  imposibles de domesticar.  
   Stanley Kubrick se basó en su fotografía "Las gemelas" para su película "El resplandor". Pero el terror que sentimos al ver la película no tiene nada que ver con la contemplación de la fotografía. No es miedo, ni admiración, ni curiosidad, ni rechazo. Es vértigo.


Clemente Bernad 2006
Publicado en Mugalari/Gara, 2006.

Diane Arbus Revelaciones
Del 15 de febrero al 14 de mayo de 2006.
CaixaForum
Av. Marquès de Comillas, 6-8.

08038 BARCELONA
Using Format